DECIO, PARA EL CUAL LA
RELIGIÓN ROMANA Y EL CULTO IMPERIAL ERAN VITALES PARA LA UNIFICACIÓN DEL
IMPERIO FUE EL INSTIGADOR EN EL MISMO AÑO 250 D.C. DE UN EDICTO DONDE ORDENABA
LA PRIMERA PERSECUCIÓN GENERAL DE LOS CRISTIANOS OBLIGANDO A QUE TODOS LOS
CIUDADANOS ROMANOS FUERAN TITULARES DE UN DOCUMENTO ACREDITANDO (LIBELO) SU
FIDELIDAD A LA RELIGIÓN ROMANA.
ESTÁ CLARO QUE EL
SACRIFICIO EN CUESTIÓN CONSTITUÍA PARA EL CRISTIANO UN ACTO FORMAL DE
APOSTASÍA; TAL ERA SIN DUDA, MÁS QUE EL HACER MÁRTIRES, LA FINALIDAD PERSEGUIDA
POR EL EMPERADOR, Y A PRIMERA VISTA PUDO PARECER QUE HABÍA LOGRADO
CUMPLIDAMENTE SU PROPÓSITO. EL EDICTO AGARRO DE SORPRESA A UNA MASA CRISTIANA,
MÁS NUMEROSA Y, POR TANTO, MENOS SELECTA QUE LA DE ÉPOCAS PRECEDENTES, Y CUYO
TEMPLE-HEROICO SE HABÍA ADEMÁS RELAJADO DURANTE EL LARGO PERÍODO DE PAZ QUE
ENTONCES CONOCÍA LA IGLESIA.
EL HECHO .FUE QUE
MUCHOS CRISTIANOS CAYERON -LAPSI-, EJECUTANDO UN SACRIFICIO PROPIAMENTE DICHO -SACRIFICATI-
U OFRECIENDO UNOS GRANOS DE INCIENSO EN EL ALTAR -THURIFICATI-. TODAVÍA HUBO
UNA TERCERA ESPECIE DE CRISTIANOS CLAUDICANTES, QUE RECURRIERON A CIERTA
ESTRATAGEMA QUE PUDIERON SUGERIR A MENUDO LOS PROPIOS MIEMBROS DE LAS
COMISIONES LOCALES, ENCARGADAS DE VERIFICAR EL CUMPLIMIENTO DEL EDICTO, CON LA
AQUIESCENCIA DE MAGISTRADOS TOLERANTES: CONSISTÍA EN INSCRIBIR EL NOMBRE EN EL
CATÁLOGO DE ADORADORES Y RECIBIR LA CÉDULA -EL «LIBELO»-, SIN HABER EN REALIDAD
SACRIFICADO.
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